Behrmann (2000), plantea la tecnología como “un elemento igualador para muchos individuos con discapacidades que podrían impedirles participar plenamente en la actividad escolar, laboral o comunitaria. Esto es particularmente evidente en el caso de las personas con impedimentos motores, auditivos o visuales, pero también se aplica a los que tienen limitaciones cognitivas o perceptivas. Con la tecnología, un individuo físicamente incapaz de hablar puede comunicarse mediante el lenguaje oral. Utilizando un sintetizador de voz portátil, un estudiante puede formular y responder preguntas en un aula “normal”, superando así un obstáculo físico que podría haberlo obligado a asistir a una clase especial segregada, o a depender de un maestro particular o a un intérprete para tener “voz”…”
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